BIOGRAFÍA
Este turolense empezó su odisea a finales del verano de 1936, con 22 años, cuando se desplazó desde Teruel, donde residía, a la población de Riodeva y, ante el temor a ser detenido por la Guardia Civil, huyó a la zona republicana y de allí al exilio, según el relato remitido por su sobrino, Miguel Ángel Soriano:
“He consultado con mi madre, que es la única que sabe algo. Me dice que mi tío estaba con su abuela en Riodeva, donde había nació también su madre Filomena. Es un pueblo de la provincia de Teruel, al límite con la de Valencia (el rincón de Ademuz), y que bajaron a por él la Guardia Civil, sobre septiembre de 1936, recién comenzada la guerra, no sabe a ciencia cierta si lo detuvieron, por miedo huyó y no se supo nada más de él hasta que se recibieron su carta desde el campo de exterminio alemán. El miedo era muy grande pues igual te fusilaban como que te metían en un camión a no se sabe dónde o ibas a un campo de trabajo, a la cárcel de Torrero en Zaragoza... Todo era miedo y por el estilo. Por eso huyó pues como todos los españoles de la época. Unos por ideales -republicanos- otros a por fortuna, trabajo, en busca de familiares, exiliados, etc.
Mi tío no tenía, que se supiera, ideales políticos, sindicales o de algún color u otro. Parece ser que era muy buen hijo, y que ayudaba en las tareas del campo y de la casa. En aquellos tiempo era normal que hicieran repliegas con la gente, según los chivatos, y los dedicaban para la reconstrucción de Teruel. Con distintivos o brazaletes eran enviados todos los días a trabajos forzados en hacer pistas forestales (como la de los Mansuetos), reconstruir la Plaza de San Juan, el Seminario Conciliar, y un largo etcétera. Allí estaban los gudaris vascos (que caían como moscas) sin asistencia de ningún tipo (a decir de la gente mayor de Teruel).
Me dice mi madre que la Guardia Civil, en Teruel capital, al no encontrar a Bienvenido en Riodeva, vinieron a por mi abuelo Bienvenido (padre de mi tío y de mi propio padre Antonio) y que al no encontrarle casa, mi padre les diría algo a la Guardia Civil, y le contestaron que él mismo servia y se lo llevaron, y así estuvo siete años, preso en un batallón disciplinario por toda España. Mi padre nació en el 1920, la quinta buena para no perderse nada”.
Nada sabemos sobre la actuación de Bienvenido durante la Guerra Civil, aunque nos consta que formó parte del cuerpo de Carabineros de la República, siendo ascendido al empleo de cabo en marzo de 1938. Su itinerario debió ser paralelo al de los miles de republicanos que se vieron forzados al exilio durante las primeras semanas del mes de febrero de 1939: interno en los campos franceses escribió cartas a su familia que no han llegado, por diversas circunstancias, hasta la actualidad.
Tras la ocupación alemana del territorio francés, Bienvenido fue detenido y transferido al interior de Alemania como prisionero de guerra. Desde el stalag II-A, situado en la localidad de Neubrandenburg –a unos 100 kilómetros al norte de Berlín- donde había sido inscrito con el número 900, fue deportado a Mauthausen en un grupo formado por 34 republicano. Entró en el campo austríaco el 25 de mayo de 1941, con la matrícula 4179 y dejando la dirección de su padre Bienvenido, quien residía en la calle Arrabal, 14 de la capital turolense. Posteriormente, como muchos otros españoles, fue transferido al campo anexo de Gusen, situado a unos cinco kilómetros del campo central, el 20 de octubre de 1941 donde obtuvo el número 14496 y permaneció durante un año y medio.
Bienvenido, durante su deportación pudo comunicar con su familia mediante una de las tarjetas que los responsables del campo permitieron escribir a los prisioneros españoles con un texto limitado y sobre cuestiones familiares. El 16 de abril, envío la comunicación que se lee en la tarjeta: "Queridos padres y hermanos. Estoy bien y espero lo mismo de vosotros. Abrazos y besos". Unas palabras tranquilizadoras para la familia que no auguraban, en absoluto, la cercanía de su muerte ocurrida justo un mes más tarde: el 19 de marzo de 1943.
Continúa el relato de Miguel Ángel, recordando el sufrimiento permanente de su abuela:
“Mis abuelos recibieron una carta de Alemania, de su hijo Bienvenido. Según mi madre, decía que ya no volvería pues de alguna paliza lo matarían (como así ocurriría o algo parecido). De todos estos datos (carta, documentos alemanes, etc.) no tenemos nada, pues estaban en un arca en el trastero de mi casa y mi casa se cayó de vieja. Así que solo me queda el retrato de mi tío que estaba en la alcoba de mis abuelos. Los papeles venían a través de la embajada alemana que estaba en Barcelona. La primera carta se debía de mandar certificada y las sucesivas cartas eran gratis, pues los alemanes mandaban sellos para franquearlas, y así no ser una carga para mis abuelos, pues el correo internacional era caro y fueron muchas las cartas. Sobre el año 1948 o 1949, empezaron a recibir las primeras cartas de los alemanes. Las traducciones las hacía un fraile de San Nicolás de Teruel, que le deban la voluntad. Mis abuelos recibieron de los alemanes, al final de todos los papeleos, una indemnización. Mi abuela al recibir el dinero dijo algo así como: " esta es la sangre de mi hijo que me lo han matado´”.
Fuente:
Miguel Ángel Soriano
Gaceta de la República