BIOGRAFÍA
Hace varios años Suzanne Gracia, desde Francia, nos envió su testimonio sobre la experiencia vital de su padre, Pedro Joaquín Gracia Adán, quien había nacido en Molinos, en abril de 1911, en el seno de una humilde familia que tomó la decisión de emigrar a Francia para mejorar sus condiciones de vida:
El padre, Nazario, trabajó en un viñedo de un propietario particular. Los tres niños iban todos los días a la escuela en un carro, lo cual les divertía mucho. Papá aprendió un poco de francés. Fue una época alegre para todos ellos y cuando terminó la guerra, en 1918 regresaron a España. El papá tenía entonces siete años, se incorporó a la escuela del pueblo y como todos los niños de Molinos, también ayudaba a sus padres guardando las ovejas y las cabras. La vida transcurría así, sencilla, en el pueblo.
Con el inicio de la Guerra de España todo cambió en la familia, José, el mayor, fue miembro del consejo local y Pedro, que se había librado del servicio militar, se alistó en el ejército republicano donde sirvió como ordenanza de un capitán en diferentes frentes de combate. El final de la Guerra le sorprendió en Madrid donde se había replegado su unidad y “antes de que llegasen las tropas de Franco, el capitán le aconsejó a papá que huyese, logró atravesar las líneas enemigas y llegó a Barcelona. Pero la situación era muy peligrosa y al igual que miles de españoles, decidió huir de España”.
Los temores de Pedro estaban justificados. Su hermano había sido detenido, encarcelado y, posteriormente, fusilado en Zaragoza en octubre de 1940. La opción del exilio era la única que podía darle una cierta seguridad a Pedro:
Con 4 o 5 amigos, papá cruzó a pie los Pirineos, cerca del puesto fronterizo de Perthus. Caminaban por la noche y se ocultaban por el día. En la primavera de 1939 llegaron a Ceret, siendo conscientes de haber llegado a Francia cuando vieron a los gendarmes... Esa primera mañana en Francia, fue conducido, con sus amigos al campo de Saint-Cyprien: era mayo de 1939. Allí estuvo poco tiempo, encontrándose posteriormente en el campo de Setfonds en el departamento Tarn y Garona, donde trabajó construyendo una torre de agua. En este campo estuvo bien y las condiciones de vida eran aceptables.
También pasó por el campo de Argelés donde salió el 25 de noviembre de 1939 para incorporarse a la 127 CTE con destino en primera instancia A Cognac, Cassenuil, Sanit Livrades y Annency. En esta población trabajo en varias explotaciones forestales hasta enero de 1944.
Durante la segunda mitad del año 1942, Miguel Vera –verdadero artífice de la organización de quienes se habían evadido de los Grupos de Trabajadores destinados en la zona- estableció diferentes contactos con resistentes los gaullistas, hasta culminar con la creación del primer maquis formado por franceses y españoles en enero de 1942. Desconocemos con exactitud el grupo al que perteneció Pedro Gracia, pero su vinculación con los republicanos resistentes en la zona de Annecy queda reflejado en el propio testimonio de Suzanne y en la certificación emitida por el propio Vera años más tarde.
Formó parte de los maquis españoles en el Alto Saboya dirigido por el comandante Miguel Vera y participó en numerosas incursiones contra las tropas alemanas incluyendo cortes en las líneas de teléfono, en Bellegarde en agosto de 1943 y el sabotaje de líneas ferroviarias en Culoz en noviembre de 1943. Mi padre era oficial de enlace.
Su mejor amigo, durante esta época, Manuel Fernández Pérez quien, como papá había vivido la tragedia española. Juntos participan en diferentes ataques contra los convoyes alemanes. En enero de 1944, se organizó un ataque contra oficiales alemanes y en el mismo tiempo, papá se negó a en regar un camión lleno de madera a los civiles franceses sin que su jefe lo supiese. Fue denunciado a la Gestapo.
El 24 de enero de 1944 se organizó una redada contra los maquis españoles. Papá y sus amigos resistentes fueron detenidos en el bosque al amanecer, fueron enviados a la cárcel de Lyon y posteriormente serían transferidos a Compiègne.
Su detención se produjo en los días precedentes a la concentración de los resistentes alpinos en el “Plateu des Glières” donde se pretendía crear un territorio libre. Mientras que sus compañeros se reunían en dicho lugar, rodeados de nieve y bajo temperaturas extremas, Pedro sufría los interrogatorios de la Gestapo y permanecía en prisión, primero en la de Saint-Francoise en Annecy y posteriormente fue transferido al "fort Montluc" en Lyon.
En aquellos meses se reanudó la deportación masiva de resistentes para ser empleados como mano de obra esclava. El transporte que partió de la estación de Compiègne el 22 de marzo, hacia Mauthausen, estaba formado por 1.208 hombres entre los que se encontraban 27 españoles. A Pedro Gracia le adjudicaron el nº 60014 y, según testimonió su hija:
Durante la cuarentena, pasaban mucho tiempo, durante el día y durante la noche, en el exterior de los barracones, formados en filas de cinco bajo la atenta mirada de los SS, situados detrás...Los recién llegados perdieron sus documentos de identidad, su ropa, sus zapatos. Desnudos y en completa indigencia llegaron ante el equipo de peluqueros del campo, siendo totalmente afeitado de la cabeza a los pies. Después vendría la sesión de la ducha: vapor de agua muy caliente y agua helada alternándose. Un choque térmico permanente. Posteriormente recibió ropa interior larga, una camisa, zuecos o zapatos desaparejados. En la camisa se tenía que coser el triángulo con la inscripción “S”.
En los barracones los presos estaban hacinados y dormían boca abajo en literas de tres pisos. Durante el día los reclusos eran obligados a cortar, cargar y transportar sin descanso los bloques de granito de la cantera. Entre la revista de la mañana y de la tarde, el trabajo sólo se detenía el tiempo suficiente para que cada hombre recibiese en su gamella la ración de sopa clara que comían derechos.
Después de la cuarentena, papá fue enviado al cercano campo de Gusen II, anexo al de Mauthausen. Este fue uno de los campos donde se produjeron más muertes... La disciplina salvaje, establecida por los peores criminales concurrirán para transmitir una visión infernal del campo, con un solo cuarto de baño para miles los hombres".
Los deportados servirían como mano de obra gratuita para la construcción de 7 km de subterráneos diseñados, especialmente, para la fabricación de piezas de los aviones Messerschmitt 262. Fue en ese momento cuando se separó de su amigo Manuel, quien fue enviado a otro campo situado en la frontera con Polonia. El horror, el sufrimiento, los golpes (un día papá recibió 25 golpes con el látigo de nervios de buey), la privación, el frío, papá todo lo soportó en silencio. Su única esperanza era la solidaridad entre todos los españoles deportados. Esta fue la respuesta de aquellos hombres contra el cálculo monstruoso de los SS. Papá, como el resto de compañeros, no era más que la sombra de uno mismo, pero consiguió resistir.
El 5 de mayo de 1945, las fuerzas de EE.UU. liberaron el campo de Mauthausen, descubriendo el horror. En Gusen II, los SS recibieron la orden encerrar a los prisioneros en el interior de la galerías, siendo minadas todas las salidas menos una. La intervención de la Cruz Roja Internacional en Mauthausen interrumpió el proceso. Los SS huyeron y todos los deportados supervivientes lograron llegar al campo central. Allí fue testigo de la caída del emblema de los SS. Después de unos días empezó a alimentarse, fue repatriado a Francia por tren.
Tras la liberación vinieron años de dificultades económicas y laborales, a las que se sumaban problemas de salud, derivados de su estancia en Mauthausen. A pesar de todo ello Pedro pudo rehacerse y formar una familia que le dio sentido pleno a una vida tan sacrificada. Durante algunos veranos volvió a su Molinos natal, donde aún pudo realizar trabajos de restauración en la casa familiar. En Francia fue reconocido como resistente y deportado, recibiendo honores oficiales al ser nombrado Caballero de la Legión de Honor. Falleció en Tréves el 5 de febrero de 1998.